
Sexismo y patriarcado son dos conceptos que el movimiento feminista plantea en su vigencia. Desde esta perspectiva , entendemos por patriarcado “la manifestación y la institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y los niños, y la ampliación de este dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad general”, el sexismo por otra parte es “la ideología de la supremacía masculina”( texto de Internet "Qué es el sexismo y cómo nos afecta”).
El concepto género, que irrumpe, también, a partir del quehacer (que luego se institucionaliza) de feministas de izquierda, introduce una dimensión interesante a tener en cuenta. Plantea que la construcción de lo femenino y lo masculino no responde a diferencias esenciales, naturales, entre uno y otro sexo sino que responde a la construcción cultural. Por ejemplo, género sería lo contrario al siguiente planteamiento “a partir del siglo 18, los cuerpos y la sexualidad se definen y regulan por la lógica de la diferencia metafísica: ser hombre o ser mujer es cuestión decididamente esencial, asunto que remite al orden divino y natural” (Kemy Oyarzún, en Escritura de la diferencia, LOM, Santaigo,2000.). Esta postura “ontológica”, es sostenida aún por muchos intelectuales, políticos, y seres de la calle diaria. ¿Por qué para nuestra “cultura patriarcal” los límites difusos son amenazantes? Pensemos que la intención de naturalizar el orden existente o hacerlo advenir de la creación divina son tácticas favoritas de la dominación…es cierto pero nos mantendríamos en el maniqueísmo característico de muchas tradiciones izquierdistas.
Vayamos a lo positivo ¿qué se afirma con esta ontologización de las diferencias sexuales? Para las feministas esto responde a que “el sistema sexo-génerico operaría como un sistema de castas en el seno de la pretendida movilidad de las sociedades de clases” (Julieta Kirkwood: Feminarios, citada pro K.Oyarzún). Pero podemos responder también desde la óptica que abre Foucault al plantear que cierta tradición de izquierda ha enfatizado que el capitalismo reprime la sexualidad con el fin económico de elevar la producción, obrebros/as con un fuerte “principio del placer” tendrían su “principio de la realidad debilitado, (ver H.Marcuse: Eros y civilización). Pero esta supuesta represión, este supuesto silencio, tienen, como contraparte toda una tecnología de la sexualidad, “scientia sexualis”, de hecho a partir del siglo 17 surge la “sexualidad” como tal. El objetivo era “poner el deseo en discurso”, la pastoral cristiana incentiva la confesión plena de todo pecado de la carne, perseguía “el efecto físico de bienaventurado dolor al sentir en el cuerpo las dentelladas de la tentación y el amor que se le resiste” (Foucault, Historia de la sexualidad, La voluntad de saber.) , los fines que persigue son la conversión y el retorno a dios. Junto a esto se comienza a emplear el concepto de población, con toda una economía política detrás que observará al sexo como lugar donde controlar (incentivar) el aumento de la población. Así mismo la medicina empieza a objetivar la sexualidad como campo de estudio. En fin, detrás de este silencio está toda la intención de nuestra “sociedad disciplinaria” de hacer hablar a la sexualidad, incentivando que sea el lugar de nuestra verdad. El objetivo final sería individualizarnos, imponer un tipo de subjetividad, “Esta forma de poder se ejerce sobre la inmediata vida cotidiana que categoríza al individuo, lo marca con el sello de su propia individualidad, lo ata a su propia identidad, impone sobre él una ley de verdad que él debe reconocer y que los demás tienen que reconocer en él. Es una forma de poder que trasforma a los individuos en sujetos. Hay dos significados de la palabra sujeto: sujeto a otro por medio de control y dependencia, y sujeto a la propia identidad por una conciencia de autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que subyuga y somete” (“El sujeto y el poder”, en Discurso, poder y subjetividad) Entonces es posible que la ontologización de las diferencias sexuales sea una forma de generar a este sujeto de la sociedad disciplinaria.
Sin embargo cómo se imbrican “poder, subjetividad, género, patriarcado y sexismo” son respuestas que no tenemos como discurso, en este momento, sin embargo sí las padecemos, como hombres o como mujeres. Se hace por ello necesario responder con actitudes que de algún modo nos lleven a suprimir las jerarquías entre los sexos, . El 1º paso es proponer aquello que verdaderamente nos hace individuales como individuos, aquello que trasciende a la subjetividad del control, sin dejarnos estar compulsivamente en esta “propia identidad” ya que nos alejaríamos patológicamente del vínculo con lo colectivo. No olvidemos que el mandato para los hombres es “no tener nada de mujer” y para la mujer es “ser absolutamente femenina”. Finalmente las exigencias del patriarcado son tan fuertes para la construcción de lo femenino como para la construcción de lo masculino. Me parece que no debemos caer en afirmar patológicamente una diferencia en contra de los hombres sino intentar plantearnos como indivduos-colectivos.
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