viernes, 14 de marzo de 2008

Simone de Beauvoir, palabra de mujer


La gran escritora y pensadora Simone de Beauvoir, que falleció el 14 de abril de 1986, el 9 de enero de 2008 habría cumplido cien años. El feminismo y la liberación de la mujer estructuran su obra literaria y filosófica.

Sylvie Chaperon*, autora de la obra «des Années Beauvoir, 1945-1970», un estudio decisivo sobre las relaciones de la pensadora existencialista con las ideas de su época, nos describe el compromiso, siempre actual, de la transformación de las relaciones entre los sexos.

Las relaciones íntimas de Sartre y Simone de Beauvoir y la historiografía de sus respectivas aventuras amorosas o sexuales siguen apasionando a los comentaristas y la prensa, ¿qué piensa una historiadora de hoy?

La vida privada de Beauvoir, efectivamente, es apasionante, y la mayoría de los estudios sobre este personaje en realidad son biografías muy alimentadas desde el punto de vista sentimental.

Las sucesivas publicaciones de sus Cartas a Sartre, su diario íntimo o su correspondencia de enamorada con Algren o Bost abastecen esta producción (1). Para una historiadora, estos comentarios son problemáticos mientras permanecen en el ámbito del análisis psicológico o del juicio moral. En cambio, utilizar las fuentes extraordinariamente numerosas que dejó Beauvoir para enriquecer la historia de su vida privada o sexual es perfectamente legítimo. Pero es necesario contextualizar los hechos. Beauvoir y Sartre, como numerosos artistas o intelectuales inconformistas de su época, intentaron reinventar la pareja, el amor y la sexualidad, soslayando la familia, el matrimonio y los roles sexuales estereotipados. Sus intentos prefiguraron, en el ámbito individual, la «revolución sexual» de los años setenta, que sería más colectiva y comunitaria.

Aunque desde sus primeros trabajos reivindica la igualdad de la «situación» entre el hombre y la mujer, especialmente en su relación intelectual con Sartre, Simone de Beauvoir se declaró feminista bastante tarde. En cierto modo, como en otros casos, fue una conversión. ¿Cuáles serían los grandes momentos de su mutación?

Hasta los años setenta nunca militó en ninguna agrupación feminista, aunque en sus prólogos apoyaba la lucha por la «maternidad feliz» (la futura planificación familiar). Sin embargo se declaraba feminista. Ya en noviembre de 1949, poco después la aparición de El segundo sexo, respondía a Claudine Chonez en la radio con respecto a las sufragistas: «Pero finalmente son feministas porque tienen razones para serlo y, ciertamente, yo también lo soy…». En 1965 declaraba a Francis Jeanson: «Soy radicalmente feminista» (2). Beauvoir contribuyó a redefinir el feminismo de la segunda mitad del siglo XX politizando las cuestiones privadas y reclamando no solamente la igualdad formal, sino también la libre expresión personal. Con el Movimiento de Liberación Femenina (MLF) fue más lejos en la militancia, participó en las manifestaciones, firmó peticiones y manifiestos, abrió las páginas de su publicación Temps modernes a la crónica del sexismo cotidiano y se convirtió en directora de asociaciones y revistas.

Todos los testimonios de lectoras de El segundo sexo hablan del shock que esta obra supuso en el descubrimiento de una situación de opresión. En cambio hay pocos testimonios masculinos. ¿Simone de Beauvoir sólo escribía para las mujeres?

El éxito de El segundo sexo se debe en parte al escándalo que provocó su aparición y a la extraordinaria celebridad de la pareja Sartre-Beauvoir. Además el libro refleja las crecientes aspiraciones de miles de mujeres para quienes el derecho al voto o la igualdad constitucional de los sexos no regulaban la cuestión. En los años cincuenta y sesenta los antiguos grupos feministas seguían luchando por la igualdad de derechos, lo que no ocupa más que una línea del libro. La obra desplaza los intereses: desde entonces son las vivencias específicas de las mujeres en la pareja, en la familia o su sexualidad las que están en cuestión. Muchas mujeres señalaron la conmoción de la lectura, a veces dolorosa, casi siempre saludable. Simone de Beauvoir sacó a la luz del día las vivencias íntimas de las mujeres: la vergüenza de la menstruación, el sufrimiento de los embarazos, la monotonía infinita del trabajo doméstico, etcétera. Pero muchos hombres también escribieron a Simone de Beauvoir, y sobre temas muy variados. El fondo de esas cartas, depositado en la Biblioteca Nacional, revela que hacía un papel de confidente.

Simone de Beauvoir retoma del marxismo los conceptos de dominación y alienación que emplea ampliamente en sus análisis. En cambio es más reservada en cuanto a la teoría de que una modificación de la estructura de las relaciones de clase sería una condición suficiente para resolver la opresión de la mujer…

Hasta los años setenta Simone de Beauvoir pensaba que la solución vendría individualmente, por la independencia del trabajo remunerado, y colectivamente por la revolución socialista. Todavía en el otoño de 1968 pensaba que «la solución del problema de las mujeres sólo podrá existir el día en que exista una solución global y lo mejor que pueden hacer las mujeres es ocuparse de otras cosas que no sean ellas mismas. Es lo que intento hacer. Quiero decir que me ocupo de problemas políticos como la guerra de Vietnam o la de Argelia con más afán y más convicción que del problema femenino propiamente dicho, el cual, pienso, no se puede resolver en el marco de la sociedad actual». Cambió de opinión con su participación en el MLF. Desde entonces rechazó el socialismo como líder de las mujeres y promovió movimientos autónomos no mixtos. Su conversión se debe, seguramente, al gran radicalismo de este movimiento, algo que no había visto anteriormente, y también a su eficacia ya que el MLF multiplicó las iniciativas y llegó rápidamente a influir en la opinión pública.

¿Cómo explica la increíble ceguera de los comunistas de la época? Jean Kanapa, por ejemplo, en la Nouvelle Critique habla con respecto a El segundo sexo de «nihilismo nacional» y «exaltación de la depravación sexual»

Creo que la posición de los comunistas en ese momento se explica por razones estructurales y coyunturales. Desde la gran revuelta de los años treinta, que hizo posible el Frente Popular, el PCF, convertido en un partido del gobierno, adoptó los grandes valores nacionales, como la familia y la natalidad, y refrenó su aspecto vanguardista, especialmente en cuanto a las costumbres. Esto estaba todavía más reforzado por el clima de la guerra fría. El Partido, al sentirse atacado violentamente, asumió en el aspecto moral la glorificación de la maternidad y la familia (proletaria).

La «estalinización» del Partido prohibió la expresión de la crítica interna. En 1956, en la campaña para el derecho a la anticoncepción, se reprodujo el mismo fenómeno.

Sin embargo en la concepción de Simone de Beauvoir de la futura igualdad permanece una cierta ambigüedad. ¿La igualdad debe borrar la diferencia de los sexos o debe «realzar» esa diferencia?

La conclusión de El segundo sexo está muy clara: la igualdad destruirá la diferencia de los sexos, afortunadamente, precisa Simone de Beauvoir, porque entonces las diferencias individuales podrán revelarse en toda su diversidad. Si hay una constante indiscutible en el feminismo de Beauvoir (que está muy vinculado a los postulados del existencialismo), es el rechazo a «la diferencia» o «lo intrínseco». Beauvoir no admite ninguna diferencia por razón del sexo, todo es producto de la situación social y cultural. Se mostró inflexible en este punto; y la profunda separación, en Francia, entre las distintas tendencias feministas seguramente se debe, en parte, a esta herencia. Ayudado por una ingente cultura enciclopédica y el principio unificador del existencialismo, El segundo sexo aborda todas las ciencias humanas: desde la biología (circunloquio obligado en todos los ensayos sobre las mujeres hasta los años sesenta) hasta la antropología (recientemente renovada por Margaret Mead y Claude Lévi-Strauss), pasando por la historia, la psicología, la sexología, la literatura, el pensamiento y las principales filosofías del siglo: marxismo, «freudismo», estructuralismo… Inevitablemente, semejante amplitud de miras viene acompañada de numerosas inexactitudes en los detalles, pero coloca las relaciones entre los sexos como un fenómeno social total que ninguna teoría parcial puede abarcar.

Desde el punto de vista de la historia de la emancipación femenina, ¿qué lugar ocupa Simone de Beauvoir? ¿Qué le deben los movimientos feministas «posmodernos» y los ensayos de género contemporáneos?

El segundo sexo anunciaba el florecimiento de las investigaciones actuales: es la arqueología de la mayoría de los estudios sobre las mujeres. La crítica feminista se ejercía de forma pionera sobre nuevos terrenos ignorados por la mayoría de los militantes de la primera ola de principios de siglo. Se cuestiona a Freud y sus discípulos, por ejemplo. Según Élisabeth Roudinesco, Simone de Beauvoir es la primera que conecta la problemática de la emancipación con las teorías psicoanalíticas de la sexualidad femenina.

lunes, 10 de marzo de 2008

Día de la Mujer Trabajadora, día de reflexión política

Querer vivir en condiciones de justicia e igualdad nos obliga a las mujeres a tomar una participación práctica en todas las esferas de lo social y lo político, pero desligándonos de los intereses creados, de los cuales los partidos políticos son correa de transmisión

Es necesario que las mujeres pasemos a ser un agente político activo, interviniendo de forma directa en la política. Si cuando decimos «política» pensamos en el cerrado marco institucional, en el reducido mundo de los políticos y en los criterios y formas actuales en que los gobernantes gestionan los recursos naturales, humanos y económicos, reprimiendo el funcionamiento armonioso de la comunidad humana, entonces es difícil afirmar que queremos colaborar a que crezca la conciencia política de las mujeres. Y, más difícil aún, conociendo que en el proceso de socialización que hemos vivido las mujeres a través de la historia, hemos sido excluidas sistemáticamente de la participación política y relegadas en todo momento a la producción del trabajo socialmente necesario, dentro del cual el trabajo doméstico supone la mayor parte. Aunque en el último siglo las luchas de la liberación de la mujer hayan conseguido logros, en la realidad de organización socio-político-económica patriarcal quedan muy matizados.

Es difícil para las mujeres el pensar en clave política, cuando lo que encontramos en el marco político es olvido sistemático de casi todas las situaciones de discriminación en todos los ámbitos (el económico, el laboral, el sexual, el lúdico, el deportivo, el cultural...), que los intereses de las mujeres aparezcan siempre en último lugar (como un pegote de un programa presupuestario especial), manipulación para integrarnos en programas masculinos, en definitiva un constante engaño envuelto en discursos de «igualdad» y «paridad».

Por ello las mujeres debemos de partir de un concepto nuevo de política, de la política que esta por nacer y por crecer, y que será parida por nosotras las mujeres, por las dadoras de vida, con dos pechos para amamantar sin exclusiones a los dos géneros.

Querer vivir en condiciones de justicia e igualdad nos obliga a las mujeres a tomar una participación práctica en todas las esferas de lo social y lo político, pero desligándonos de los intereses creados, de los cuales los partidos políticos son correa de transmisión. Las mujeres debemos trabajar prioritariamente bajo el concepto de genero y clase, para conseguir un reparto justo de los bienes y del esfuerzo para su obtención, todo ello dentro de unas condiciones de respeto y libertad que posibilite la convivencia entre todas las personas y todos los pueblos.

La intervención en la gestión de lo político, parido por mujer, nos ayudará a ampliar el ámbito de la vida individual, porque nos descubre que además de los problemas individuales y familiares existen problemáticas, necesidades, aspiraciones comunes a la colectividad y que también el funcionamiento de la comunidad humana y de la naturaleza que la sustenta, nos atañe personalmente, a nivel de sentimientos, de ideas, de acción individual y organizada y sobre todo, a nivel de aportar una esperanza real de progreso humano.

Tras seis años de la Carta de Derechos de las Mujeres las que nos movimos para hacerla realidad, junto con más fuerzas que se sumen, debemos fijar las bases de un nuevo sistema que tenga como eje central la integridad de las mujeres como personas y como colectivo social. Ofrecer alternativas reales, esa es la apuesta de las personas que conforman el movimiento popular, donde el movimiento feminista debe de aportar sin perder sus objetivos, ni su identidad. Hay que retomar la palabra solidaridad, no como concepto aburguesado que sitúa por encima al que la ejercita, sino como pacto de con-vivencia. Solidaridad y con-vivencia entre géneros, con inmigrantes, con jóvenes y pensionistas, con pueblos y lenguas, con Ama Lurra... con todo lo que es despreciado por el modelo económico de la globalización, y los políticos que la sostienen.

Aiora Epelde y Nekane Jurado Militantes de Bilgune Feminista y Elkartzen, respectivamente

viernes, 7 de marzo de 2008

8 de marzo. Romper con la tradición de opresión


Los derechos de las mujeres y su lucha por avanzar hacia otro modelo social están recibiendo los ataques y la reacción de la derecha más conservadora, para poner freno a las nuevas relaciones de convivencia básicas. La iglesia se ha convertido en el ariete de estos ataques, saliendo en defensa de la familia “tradicional”. Este modelo familiar tradicional ataca principalmente a la mujer en su independencia económica y en su posibilidad de desarrollarse como persona.

Si observamos la evolución social de los últimos tiempos, vemos como las relaciones de producción apenas han cambio. La esencia de este sistema sigue siendo la explotación. Las relaciones sociales que de él se desprenden y la forma de pensar que descansa sobre estas relaciones económicas no han cambiado. En este contexto, aunque las mujeres, en cierta medida, han conquistado puestos de trabajo a los que hasta hace relativamente poco tiempo no podían acceder, ha sido a costa de perder su potencial revolucionario y de proponer nuevas relaciones sociales y de producción.

Los fundamentalistas cristianos definen el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, dicen que dejar que los gays se casen destruye la “santidad” del matrimonio y que la institución del matrimonio ha existido en la sociedad humana desde miles de años. A lo largo de la historia, la familia ha sido un reflejo de las relaciones económicas y sociales del momento. Por eso, las relaciones sexuales, el matrimonio y la familia, la reproducción y la crianza de los niños han variado a lo largo de cientos de miles de años.

En las sociedades primitivas se practicaban “matrimonios de grupo” (cohabitación de grupos de hombres y mujeres). Se practicaban poligamia (un hombre tenía varias esposas) y poliandria (una mujer tenía varios esposos). En algunas culturas se permitía el matrimonio de parientes, y en otras estaba estrictamente prohibido. Ha existido una amplia variedad de prácticas homosexuales. Han existido diferentes formas de monogamia. Han existido sociedades en que los hijos pertenecen a la familia de la mujer. Y durante miles de años de sociedad de clases ha dominado el patriarcado, en que los hombres controlan la familia y las principales instituciones de la sociedad. Como podemos comprobar, el matrimonio no es una institución eterna, ni inmutable ni sagrada.

En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Federico Engels profundizó en el análisis de la familia y el matrimonio. Engels postula que el aspecto fundamental de la vida y la sociedad de los seres humanos es la producción y la reproducción de la vida. Esto es, la producción de los medios para satisfacer las necesidades básicas (comida, ropa, techo y las herramientas necesarias para su producción) y la reproducción de los seres humanos (la procreación y la crianza de los niños). Cada generación hereda las fuerzas productivas que han evolucionado hasta ese momento. Si observamos cualquier punto de la historia humana, veremos cierto desarrollo de la tecnología y las herramientas, las materias primas y el conocimiento científico. Veremos además que, en términos generales, a distintos niveles de las fuerzas productivas corresponden ciertas relaciones de producción. Asimismo veremos que sobre las relaciones básicas de producción de la sociedad surge una superestructura (política, educación, cultura, ideas, tradición, etc.) que refuerza dichas relaciones de producción. La familia ocupa un papel muy importante en esa superestructura. Es la encargada de transmitir las tradiciones, las ideas, la moral, las normas sociales e inclusive el concepto mismo de la familia.

En los últimos siglos la familia y el matrimonio han cambiado. Ha habido cambios en las leyes, en el pensamiento y en el comportamiento al respecto. Lo que hoy es una tradición aceptada, justificada e impuesta, mañana puede ser prohibido por la ley y rechazado por la sociedad, según cambien las relaciones económicas y sociales, y la correspondiente cultura y forma de pensar.

En el capitalismo, la clase explotadora, la clase capitalista, es dueña de los medios de producción: las fábricas, las máquinas y el capital inversor. Pero la burguesía no es dueña de los trabajadores que explota. Las masas populares tienen que venderle su fuerza de trabajo para subsistir. Se dice que en el capitalismo el individuo es “libre”, que a diferencia del esclavo o del siervo feudal, el trabajador de hoy tiene libertad dentro del mercado capitalista de trabajo. Pero ese espejismo de libertad oculta la realidad de la subyugación del proletariado a la burguesía. Para la gran mayoría, la “libertad” se reduce a esto: libertad de escoger si trabajar o pasar hambre; libertad de escoger el explotador al cual venderle la fuerza de trabajo; libertad de “trabajar para el patrón” o de trabajar por su cuenta sometido también a las leyes de la competencia que operan en el capitalismo.

Esta es la naturaleza básica de las relaciones de producción en el capitalismo. Y tales relaciones económicas se manifiestan en la institución del matrimonio y la familia, y la refuerzan. Aquí también opera el espejismo de la libertad: que en la “familia moderna” la mujer es libre, que tiene opciones y que controla su propia vida. En el capitalismo, es cierto, la mujer no es propiedad directa del marido, ni el padre la compra y vende directamente, pero las relaciones sociales patriarcales conllevan mil formas de brutal opresión.

La familia es la unidad económica básica de consumo en la sociedad y esto va contra la independencia y la liberación de la mujer. ¿Cuántas mujeres viven en relaciones vacías y violentas porque no tienen dinero para sobrevivir por su cuenta?. Las relaciones de hombres y mujeres son un espejo de las relaciones económicas de la sociedad capitalista. El hombre desempeña el papel de la burguesía en la familia. La división del trabajo en la familia es opresiva y relega a la mujer al papel de esposa, madre y ama de casa.

¿Qué dice sobre la naturaleza de la sociedad capitalista el que cada día, cada hora millones de mujeres en todo el mundo sufran violaciones, golpes, incesto, acoso sexual e incluso el asesinato?.

En el capitalismo, la familia es crucial para mantener el control y la cohesión social. Es crucial para criar y socializar a los niños, para enseñar las ideas y los valores tradicionales que refuerzan las relaciones de propiedad predominantes. Eso no es posible sin la subordinación tradicional de la mujer en la familia.

Por eso, para la clase dominante y los movimientos reaccionarios “la mujer debe estar en su casa”. Por eso, los reaccionarios atacan tanto a la mujer para volver a meterla en su papel tradicional ahora que el mismo capitalismo está minando la base de la familia tradicional.

lunes, 3 de marzo de 2008

Feminismo abajo y a la izquierda

El zapatismo ha incluido desde sus inicios la lucha de las mujeres por sus derechos, insistiendo y poniendo de relieve sus contribuciones. El zapatismo es hoy la respuesta más acabada y completa a las luchas mundiales de resistencia en contra de ambiciones desmedidas que están acabando con el planeta. Aquellos que lo niegan son los que nunca comprendieron a fondo sus propuestas radicales a otra forma de hacer política y de gobernar, a otra forma de cotidianidad donde las mujeres tengamos derecho a la misma dignidad y respeto que los varones. Es otra forma de concretar y resolver las carencias y los anhelos de todos los desposeídos, y entre ellos los pueblos indios. Sin el zapatismo vivo y propositivo nuestra esperanza se desvanecería, quizás sobre todo la mía como mujer y mexicana.

Hace un tiempo los zapatistas, por medio de su vocero, reconocían “falta lo que falta” al referirse a la situación de las mujeres en el medio de su organización y su lucha.

La voz de una comandanta ante el foro alternativo a la OMC en Cancún en 2003 lo expresaba así:

“Hermanas mujeres indígenas y campesinas: les queremos decir que se organicen para luchar contra el neoliberalismo que nos humilla, que nos explota, que nos quiere desaparecer como indígenas… y como mujeres.”

Su grito despierta conciencias en todas nosotras mujeres. Hay que luchar al lado de los hombres para la creación de otro mundo que sí es posible. Con lucidez impresionante, la comandanta continuó su discurso tintado de sintaxis tzotzil:

“Tambien queremos decir a los hombres que nos respeten nuestro derecho como mujer… pero no lo vamos a pedir como favor, sino que lo vamos a obligar a los hombres que nos respeten.”

Después de esta actitud retadora, añadió con un dejo de tristeza: “porque muchas veces el maltrato que recibimos las mujeres no sólo lo hace el rico explotador. También lo hacen los hombres que son pobres como nosotras… nuestros esposos, nuestros hermanos, nuestros padres e hijos, nuestros compañeros de lucha y los que trabajan y están organizados junto con nosotras” (“Mensaje de la comandanta Esther a la movilización”, La Jornada, 10/9/03).

Así pues, el zapatismo es una propuesta innovadora, una promesa en camino de cumplirse totalmente, una fuerza que admite en sus rangos las múltiples luchas por la justicia de los desposeídos que se movilizan en nuestro planeta hoy. Logra unir la lucha por la dignidad, el respeto y la justicia con los pueblos indios y las reivindicaciones feministas de nuestro gran movimiento intergaláctico de mujeres.

Las y los zapatistas lo están logrando y su movimiento es el más esperanzador para las feministas que estamos abajo y a la izquierda.

La participación de las mujeres en la construcción de un nuevo mundo donde quepan todos los mundos es imprescindible. Pero su participación tiene que ampliarse para incluirnos en todos los niveles de organización y decisión.

Las mujeres zapatistas nos han puesto su ejemplo con sus aportes y avances en las prácticas cotidianas y de liderazgo político. Cito a la comandanta Hortensia:

“Queremos decirles que nosotras las mujeres indígenas zapatistas estamos tratando de participar a todos los niveles de lucha, estamos tratando de levantarnos y de despertarnos de nuestro dolor y de nuestra muerte, porque nosotras las mujeres somos las que más hemos sufrido las grandes injusticias de humillación, porque nosotras las mujeres somos las que menos oportunidades hemos tenido para vivir dignamente, nunca hemos tenido derecho a ningun tipo de servicio” (Crónicas intergalácticas EZLN, Planeta Tierra, México, 1996, p. 19).

Esto mismo podría expresarse en términos teóricos y académicos. Pero prefiero dejarles la voz a mis lúcidas colegas zapatistas. Sus palabras sencillas y a la vez profundas lo explican todo. Las mujeres sufrimos diferencialmente a los varones las mismas condiciones. Sea la pobreza, sea la humillación, el abuso o la discriminación por ser indígenas. A las mujeres –en estos regímenes patriarcales– nos toca un bonche más. Así porque sí, porque somos mujeres biológicas y nada más.

No pienso extenderme en las complejas teorías feministas que sistematizan estas diferencias. No caben aquí, la compañera zapatista ya lo dijo como vocera de todo el movimiento. No es la voz individual de ella como mujer zapatista, sino la voz de una comandanta que expresa la colectividad zapatista. (Palabras de bienvenida de la comandancia general del EZLN en la voz de la comandanta Hortensia, 1996.)

Por eso estoy enamorada del zapatismo. Por la búsqueda, permanentemente reasumida de una inclusión, respeto y dignidad de las mujeres. Y también porque sus posturas y demandas recobran las configuraciones indias mesoamericanas. Configuraciones ancestrales, pero también contemporáneas, que nos inspiraran a forjar ese nuevo “otro” mundo que anhelamos.

Respetar y recobrar selectivamente configuraciones ancestrales indígenas –como la toma de decisiones por consenso, o la conceptualización de la dualidad varón/mujer, entre otras varias– contribuye en crear una sociedad no sexista. Estos dos proyectos no están organizados jerárquicamente. Según entiendo, son proyectos interconectados.

En su teoría de la posicionalidad, la afroestadunidense Bell Hooks insiste en proponer que no se prioriza uno sobre lo otro. Apoyar al uno no implica ningún descuido al otro.

Uno es tan importante como el otro y caminan a la par, caminar parejos, usando una metáfora predilecta de las zapatistas para definir la relación equitativa con los varones que ellas anhelan.

Pero este amor mío por las propuestas zapatistas y que dura al atravesar no sólo años, sino épocas, se construye con la tolerancia por las incompletudes, los intentos fallidos, las buenas voluntades de corregir fallas. Falta lo que falta. Y ahí estamos, albergando esperanzas de que el empuje de las zapatistas, por ellas mismas y sin tutelajes de feminismos hegemónicos, logre sus derechos, y a la vez los de todas nosotras las mujeres organizadas. Por esto y por sus logros son nuestro ejemplo.

El sexo en la publicidad

Una de las discriminaciones que con mayor énfasis -y vistosidad, por supuesto- se manifiesta en el mundo femenino, ocurre en el ámbito de la publicidad. Allí, mientras se esclaviza la imagen de la mujer, se hace de ella un "producto" rentable. La mujer viene aportándole, sin habérselo propuesto, y sin consideración alguna a su dignidad y a su decoro, la materia prima a uno de los negocios más poderosos de la era moderna. Están ellas, pues, en manos de una publicidad sexista, aprovechadora, que sin escrúpulos viene conduciéndolas hacia una única y perversa valoración posible: el "objeto sexual" estereotipado como gancho de enorme atracción entre consumidores y productores de toda clase de mercancías que, probablemente también, sirve para encarecer, en relación directa con la belleza femenina que los anuncia, los "artículos" ofrecidos.


"En los últimos años los anuncios de pantalones vaqueros, perfumes, y muchos otros productos", refiere un analista, "han ofrecido imágenes provocativas que fueron diseñadas para activar respuestas sexuales de tan amplio espectro de la población como fuera posible, para dar una sacudida eléctrica por su ambivalencia, y para apelar a menudo a los deseos bisexuales reprimidos que se piensa comportan una mayor carga emocional." Y el mismo Calvin Klein rotulaba a los pantalones vaqueros como afirmación de sexo, y añadía que "la abundancia de carne desnuda es el último intento de los publicistas de dar a productos redundantes una nueva identidad".


Simplificando, observamos a una sociedad de consumo apalancada en la utilización del erotismo y los cánones de la belleza femenina, "confiscándole" sus atributos en aras de alcanzar unos propósitos expansivos de tipo comercial.


Sin embargo, previas estas apresuradas observaciones, la preocupación que me mueve en esta ocasión es otra.


De entrada sé que abordando este tema como lo haré, inculpando también a tantas de "ellas" que no han reflexionado frente a la sutil maniobra, quedo expuesto a su irritación. No importa, porque lo que importa, sí, es evitar generalizaciones insinuando que lo son todas por su condición de género. De igual manera, también importa mencionar a manera de respetuosa súplica para que modelos y publicistas revisen lo que viene sucediendo, los excesos del día a día en la sugestión sexual como instrumento de persuasión mercantil.


Y es que en asuntos de banalidad, impresionan los "avances" y la "frescura" desbocada de tantas mujeres en la televisión latinoamericana de estos días. Hace algunos años pensaba que el colmo consistía en la transmisión de unas cuñas publicitarias en donde la "mujer-objeto", con su consentimiento, era manipulada y degradada, lo que de por sí ya era censurable.

¡Pero qué decir ahora!


Algunas mujeres, naturalmente entrampadas y encandiladas por la fama y la fortuna, sin pundonor ni recato, están ofreciendo los encantos exquisitos de su cuerpo en cuanta promoción comercial las requiera, promocionándolo todo a cambio de una efímera prosperidad. Dinero para vivir bien y fama para seguir acumulando dinero en el mismo oficio. Pero tales "modelos", en esta carrera enloquecida, y sin racionalizarlo bien, están matando ellas mismas la gallina de los huevos de oro. A diario rebotan de la pantalla a nuestras miradas ávidas tal cantidad de senos sublimes y voluptuosos, cinturitas eróticas, piernas seductoras y “derrière” pluscuamperfectos, que no tardará la hora en que aquellas miradas libidinosas, terminen por saturarse.


Ya la sabia expresión popular tras siglos de experiencia lo señaló: “Bueno es culantro pero no tanto”.


Y es que para nadie es un secreto ni constituye vergüenza lo que la madre natura con generosidad gratificante les entregara a ellas para hacer florecer doblemente la vida con sus dones para la creación y el placer, ya que cuánta fascinación "perturbadora" no está contenida en sus cuerpos; cuántas pasiones embriagadoras no despierta su desnudez; cuánta valía no tiene para el hombre su piel cautivante, sus líneas sensuales, sus contornos, sus colinas y sus profundidades. Pero si la ración diaria que se nos ofrece es siempre la misma, invariable, si todos los días estamos precisados a alimentarnos sólo de coliflor o de atún, si ya no es un enigma nada y el atractivo del misterio y la magia, de lo por descubrir o de lo cambiante se pierde en la monotonía de una reiteración, aquí y ahora, estamos comenzando a perder todos: hombres, mujeres y publicistas.


Qué bueno sería que la mujer, que intrépidamente viene librando y ganando batallas por su autonomía, por sus derechos a la igualdad, por su honra, repasara a fondo y abriera sus bellos ojos ante las nuevas formas de esclavitud y servilismo a que la viene sometiendo esta sociedad mercantilista y machista. Con el espejismo de ciertos derechos ahora reconocidos ampliamente y que le permiten un trato con equidad, la mujer, no obstante, está dejándose conducir al retorno de su ancestral infortunio: ser la explotada y sumisa servidora de la utilitarista y caprichosa voluntad del hombre… publicista.

Aunque rechazan que se las tilde de simples objetos sexuales, por estas nuevas tendencias pareciera que se están empeñando precisamente en eso. En serlo.

Y no es que no las codiciemos así. Nosotros, los hombres. Pero, ¿y ellas? ¿Acabarán por acostumbrarse a ser justipreciadas simplemente por ello? ¿A que el mayor de sus méritos y su seguro de vida estén directamente relacionados al embrujo de su desnudez o al fulminante impulso de su desenfado y osadía que ahora parece habitarlas como huésped constante?

Pero, en fin, para disculparme concretamente con las "historiadas" aquí, terminaré admitiendo con Oscar Wilde que “las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas”. Y con Sor Juana Inés de la Cruz, en acto de extrema y debida contrición, repetiré:

“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis